Una crítica a la sociedad paraguaya moderna

Constantemente cuestionamos la realidad que atraviesa hoy día nuestra sociedad, indagamos los motivos que la llevan a ser como es, los pormenores de esto y los efectos en nosotros mismos.

Primeramente debemos entender que la sociedad está constituida por un grupo de personas o agrupación de individuos que comparten una ubicación geográfica específica, comparten la misma lengua y dialectos, y a través de estos se transmiten de generación en generación costumbres, tradiciones, creencias religiosas, arte, intereses colectivos. Teniendo claro este fundamento, podemos pasar a lo siguiente.

Muchos estudiosos afirman que la primera sociedad de la cual es parte un ser humano es la familia, teniendo este concepto como regla principal, he analizado a la familia paraguaya a través de los tiempos, llegando a un punto de partida para la creación y desarrollo de nuestra sociedad. Este punto de partida lo tomo de la post-guerra del 70, todos sabemos que la población paraguaya sufrió una gran disminución debido directamente al conflicto bélico, como son las bajas en batalla, las muertes por infecciones, o por causas secundarias a éste como el estrés o enfermedades como el cólera. Esta disminución afectó en gran medida a la población masculina, que quedó devastada. A razón de esto la labor de las mujeres fue de repoblar el Paraguay, se habla de una relación de al menos cuatro mujeres por cada hombre. Los hombres eran niños, adolescentes o mayores de 60 años, con una escasa franja masculina entre esos dos extremos, compuesta por los exiliados llegados al país.

El rol jugado por los exiliados al reivindicar el sesgo machista de la ilustración a la paraguaya que introdujeron con la Constitución de 1870, que si bien negaba distinciones de raza, educación o bienes, excluía la participación femenina en la práctica cotidiana de la política, precisamente cuando la gran mayoría de la población paraguaya de la posguerra estaba constituida por mujeres. Este pensamiento machista fue arrastrado a través del tiempo y hasta hoy día la mujer paraguaya sufre de diversos tipos de discriminaciones, restricciones, desigualdades y hasta prejuicios que la llevan a estar sometida al mundo masculino.

El pan de cada día de la sociedad paraguaya está regido por la creencia de que el hombre es más fuerte y por ende puede tomar mejores decisiones y desempeñar mejor una labor, de lo que haría una mujer. Razón por la cual no observamos en nuestra sociedad que las mujeres tengan las mismas oportunidades para acceder a un puesto de trabajo, o que aun accediendo a éste, un hombre reciba una remuneración mayor por desempeñar las mismas funciones que ella está llevando a cabo. La figura visible en los cargos de poder en su mayoría están ocupadas por hombres, relegando a la mujer a otros puestos secundarios o de menos importancia que éste.

La educación y la formación de la persona en los valores éticos y morales, corren por parte de la madre, además de la crianza de los hijos, las mujeres no pueden aspirar a más que ser amas de casa al cuidado de los niños y el marido, porque la mujer está para servir y complacer al marido, además de ocuparse de educar a los hijos, es este pensamiento el que delimita los derechos y obligaciones de cada individuo en nuestra sociedad paraguaya.

Todos los días somos testigos y participantes en esta danza de nunca acabar, en la cual la sociedad no espera nada de la mujer, y sin embargo la acusa como la esposa inútil, la madre irresponsable, la culpable de la mala educación de los hijos, de ser tan débil e incapaz de retener al marido, y si decide no seguir siendo victima de violencia intra-familiar, es la responsable de romper un hogar.

La sociedad no espera nada de la mujer, y aun así, la hace responsable de todo, en esta sociedad que la margina, siendo ellas la base de la misma, una mujer no es capaz ni siquiera de encontrar apoyo en una congénere, porque la mujer tiene la culpa de sus desgracias y de las de su familia.

La verdadera revolución social está en la comprensión, la camaradería, en proteger al mas desamparado, evitar el prejuicio, que solo produce perjuicio, en poner la tolerancia y la empatía donde son necesarias, respetar a la mujer, que la mujeres se respeten unas a otras porque hasta que no e reconozca la labor incansable de la mujer en la familia y en la sociedad, hasta que nuestra vida y nuestro aporte sea más importante que la vidas que traemos al mundo tanto como las que no, hasta que no se nos otorgue nuestro lugar, al lado del hombre en lugar de detrás de él, nos tenemos, las unas a las otras, y juntas debemos luchar día tras día para demostrar nuestra valía y nuestra labor indispensable en la formación y el mejoramiento de nuestra sociedad.

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